lunes, 20 de diciembre de 2010


HOTEL DE PASO EN LA MADRUGADA

armando vega-gil


Chayo, parada a media sala en aquel higiénico y putrefacto cuarto de hotel de la Portales, se cuestionó: ¿en qué momento la amistad se vuelve enemistad, un córtalas-córtalas para siempre? ¿Por qué la frontera entre estos dos universos excluyentes era tan poca y flaca cosa?


Chayo tenía que haber salido de la fiesta a las 11 para llegar a la terminal de autobuses de Taxqueña, tomar el último camión de la noche, y salir pitando rumbo a Acapulco para hacer su práctica de campo (¿práctica de mar?) con esbeltos peses vela, esgrimistas veloces del Pacífico que terminarían en tostadas de marlin en algún restaurante sinaloense de la Narvarte. De esta práctica dependía su calificación final en Biología Marítima III y la requería alta para que no le degollaran su beca.


¿Qué esperas para despedirte de todo mundo?, se achacó, pero la fiesta estaba buenísima. Le gustó que pusieran en la rocola rolas retro-antediluvianas de The Kings y T. Rex. Edith y ella se disfrutaban muertas de risa, agitando juntas los brazos como jipis de los sesentas. Miguel las calificaba con ojos sospechosos. Edith y Migue eran novios, Edith y Migue eran sus mejores amigos, sí, los amaba juntos y por separado, pero en la amistad frágil de la vida siempre ronda el gusanillo barrenador del erotismo, pensó Chayo, y si se hubiera decidido habría besado los labios de Edy y acariciado las nalgas de Migue, pero esa idea la turbó: ella, con sus 19 años encima, aún era virgen, ¡uf!


Pasó una hora más, ¡el autobús se le iba! Miguel se ofreció, ligero y neutral, a darle un aventón a la caseta a Cuernavaca: chance y alcanzamos allí al camión. Voy con ustedes, apuntó Edith con güeva. No te preocupes, yo la llevo y luego me lanzo a mi casa a dormir, estoy molido. Todos creyeron creer esta excusa débil, y Chayo salió a la carrera con Miguel. En el camino pusieron Radio Universal para seguir con el mood . Al llegar a la caseta se enteraron, entre risas nerviosas, de que el camión de Acapulco había pasado hacía horas. Y van de regreso, pero no a casa de Chayo sino a la Portales, paisaje siniestro y lleno de monstruosa maquinaria de construcción, al Eje Central con sus moteles de 600 pesos la noche. Chayo tenía la piel erizada. Entraron sin decir nada al estacionamiento, de allí al garage con puerta corrediza. Subieron al cuarto: jacuzzi. Chayo pensó con asco en las cosas que flotarían allí si abrían las llaves de agua, y le dijo a su ex amigo: yo no voy a estar aquí un minuto más, Edy es mi mejor amiga y tú, su novio. Qué más da, Edith no tiene por qué enterarse. Claro, no tiene por qué enterarse de que te dejé aquí para que te bañaras solo en una tina con burbujas. Y salió ella, con su maletita de bióloga marina, a pararse a las 3 de la mañana a la siniestra avenida Central.


Chayo sabía que perder su virginidad no era cosa de sexo deportivo y se sintió una cursi espantosa, encima no llegó a su práctica; Miguel no llegó a dormir a su casa pues tenía que desquitar en el hotel su vergüenza de macho mandado al carajo, y Edith, al enterarse de que su novio no llegara a dormir, dedujo que Chayo y él habían intercambiado fluidos vitales.


25 años más tarde seguirían viéndose, desayunando una vez al mes en el Conditori, amándose, guardando un silencio denso como el frío de la madrugada que precede al asesinato, diría el poeta, aunque supieran que se les había roto el corazón, todos contra todos, con sus consuelos por separado, a sabiendas de que ese año Chayo perdiera su beca pero no su virginidad, decidiéndose la boda de Migue y Edy, perdonándose porque la frontera entre la amistad y la enemistad es tan fácil de saltar como el escalón de un motel.

2 comentarios:

  1. Muy buen cuento y como diría una frase celebre "en la ciudad desnuda hay muchas historias, pero esta es solo una de ellas"

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  2. Sólo eso te faltaba, tu blog. Enhorabuena, maestro!

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