sábado, 18 de diciembre de 2010

Ensayos de cine

Permanencia Involuntaria//Seguir Siendo Café Tacvba

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SEGUIR SIENDO

armando vega-gil


La cámara se roba nuestra alma.


Se la lleva a quién sabe dónde vuelta un negativo arañado en celuloide para, más tarde —si es que tenemos suerte y no terminamos en un ataúd de archivos olvidados—, ser transfigurada nuestra ánima en una impresión en papel fotográfico donde cualquiera pueda leer en nuestros ojos traslapados en tiempo y espacio los profundos miedos, el hastío superficial o la felicidad arrebatadora que nos habitaba en el momento del clik, adivinar y conjeturar sobre quiénes somos en la tensión de nuestros labios y cejas, el rubor de mejillas, el acomodo aéreo de brazos y manos, hombros y espalda. La cámara nos puede desintegrar en una marejada de datos binarios digitalizados que no son más que un flujo de información amorfa que al ser descomprimida en una computadora reviven —reintegran como en la teletransportación de Viaje a las estrellas— nuestras gesticulaciones, la cuales tal vez no vayan más allá de nuestras máscaras y escudos de apariencia: cartón-piedra.


Quizá porque sabemos que las cámaras, al fotografiarnos, filmarnos o grabarnos hurtan descaradamente nuestra aura y nos debilitan, dejando perforado halo y ectoplasma, expuestos a que manos y conciencias perversas hagan magia negra con el aura que inevitablemente rodea nuestros retratos, tal vez por esta certidumbre atávica que nos previene del peligro, es que dejamos de ser nosotros mismos cuando sabemos que la lente de una cámara nos apunta: una video cam, una Lumix analógica, el ojo espía de un teléfono celular o iPhone. La conciencia de estar frente a una posible foto nos lleva a tomar una actitud irreal, a instalarnos en una pose tanto más estudiada por cuantas más fotografías y videos se nos tomen. El Facebook no es más que una galería de quienes en realidad no somos, siempre felices y desmadrozos, siempre gozando de la vida, bebedores de litros de cerveza, gesticuladores de lo que queremos aparentar, de lo que quizá jamás lleguemos a ser.


¿Seremos capaces de representar a quien en realidad somos frente al lente de una video HD? A la hora de ser fotografiados, ¿nos interesa ser sinceros y diáfanos —dejar de ser los actores de nosotros mismos— para que quien nos vea vueltos un documental o un fotograma sepa de nuestras profundidades? Esto es peligroso, atemorizante.


El proceso puede ser largo, estar sembrado de dudas. La responsabilidad de este proceso puede ser incluso más demandante cuando el retratado, el radiografiado, lleva sobre sus hombros la representación de un anhelo y una conciencia colectiva, cuando uno es la sublimación abierta en carne viva de un momento de la historia, cuando uno es un personaje público querido y celebrado. Entonces la pregunta es: ¿quiero mostrar mis tripas, mi dolor y mi felicidad que son en última instancia sólo mías, mis tesoros más preciados? ¿Puedo hacer de mi intimidad un objeto de espectación?


En su melancólico documental Seguir siendo, sus directores, Ernesto Contreras y José Manuel Cravioto, logran rebasar el retrato formal de una de las bandas más importantes de la escena musical de México y el mundo y llegan al fondo vivo, real de ellos: el fondo de Café Tacvba. Así, la cámara, luego de ser una presencia extraña por cuanto los llevara a representar una puesta en escena de lo que querían y podían mostrar, ella, la cámara de video, se vuelve una presencia natural y cotidiana que aterriza en el campo fértil de la sinceridad. Un retrato de veinte años de vida pública y creativa, intensa, feliz y dolorosa. Así, con una honestidad diáfana, los tacvbos dejan que la cámara les robe el alma para que nosotros, los espectadores, podamos llevarnos un pedazo del alma de estos músicos excepcionales y hacer con éste magia y llenarnos de gozo, y dejarles decir que pueden Seguir siendo Café Tacvba.


Seguir siendo (México, 2010). Dirs. Ernesto Contreras y José Manuel Cravioto. Con Rubén Albarrán, Joselo Rangel, Enrique Rangel y Emanuel del Real.

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