lunes, 4 de abril de 2011

Ensayos de cine/Anticristo




ANTICRISTO

armando vega-gil


El tiempo no es un continuum suave, inalterable y elegante que atraviesa y eviscera la materia y la Historia para transformarla en un crecimiento multilineal que no es creación ni destrucción sino permanencia cósmica. No. El tiempo no es un flujo ininterrumpido de instantes que avanzan uniformes y a velocidad constante en un movimiento de expansión abierta través del espacio, como un abanico de luz que existe por sí misma en una lluvia de partículas sin conciencia de sí. No.


El tiempo es una violencia que revienta como olas apabullantes en los diques de la percepción humana y nos empapa irremediablemente con sus lágrimas sangrientas, de espuma o sal, sin perdón o redención. Sí. El tiempo es un tableteo de partículas incontrolables que se fracturan contra nosotros como los huesos de un niño que cae por una ventana y se aplasta contra el rostro duro de una banqueta contundente cubierta de nieve, nieve que cae (¿o flota?) en intervalos que vuelven sobre sí mismos, que se detienen en vacíos de terror con una lentitud densa y monocromática. Sí.


Slow motion.


Tiempo diegético que se bifurca en caminos que a su vez se bifurcan en sus propias intimidades paralelas, en el agua vaporosa que cae lento muy lento sobre los cuerpos de los amantes, del marido y la esposa que se devoran ajenos a la desgracia monstruosa de la muerte inevitable en un tiempo diferente y distante, segundos autónomos al de Ella, la mujer que grita en el cataclismo de su propio y aislado orgasmo. Tiempo viviseccionado en los ojos —ojos que no miran los minutos y las horas y los siglos— de Él, del hombre que se observa en el azulejo de la ducha de los cuerpos desnudos, cada cual a su propio ritmo irregular, polirritmia, polifonía, cada cual atento a sus transcursos ajenos y simultáneos.


Time lapse.


Tiempo elipsis tasajeado y vuelto a unir en la pedacería irregular de los símbolos que libran al relato de la vida de esos momentos muertos, de los intervalos de inacción que nos acompañan como rémoras de nada, huecos que se llenan con la médula de la tragedia o la maravilla de El Suceso en su esencia radical.


De pronto nada ocurre, todo es repetición vacua y el tiempo se elonga con una perversidad que es más bien la acumulación de una fuerza cinética que tarde o temprano reventará a toda furia. Y un segundo se vuelve eterno, y todo, todo ocurre en esa cápsula instantánea: los vectores de la desgracia y el milagro confluyen, y la liga suelta el chicotazo, y ya nada detiene los acontecimientos y todo ocurre, y el relato de los acontecimientos hace que un siglo, que la Historia de la Humanidad se comprima en un segundo. Tiempo real, tiempo diegético, tiempo elipsis.


En su monstruosa y alucinate película, Anticristo, Lars Von Trier vuelve el devenir de El Invencible, de El Incurable, una batalla tensa entre lo inminente y lo irreversible, de lo que está apunto de ser —en un avance del tiempo lleno de veladuras y revelaciones— versus lo que estuvo anclado en el secreto de una mirada corrompida en un viaje de maldad inexorable. El Ser y el Estar se congestionan en un sólo verbo multitonal: to be. El pasado se vuelve presente y el futuro transverbera en un éxtasis que regresa al pasado sin haber sucedido. La memoria y el presagio son los relojes rotos del ser humano, y ese tiempo enloquecido sin Edén es el Anticristo.


Anticristo (Dinamarca, Alemania, Francia, 2009.) Dir. Lars Von Trier. Con Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg.

2 comentarios:

  1. Vi esta película y realmente es genial ver las cosas con episodios temporales mas lentos, es increíble como bien mencionas la maravilla del suceso en su esencia radical..

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  2. Hola Armando! esta pelicula la ví el mes pasado!
    Aún no sé si considerarme una experta en el lenguaje visual, por eso hablaré sólo de lo que me provocó...
    Me sentí abrumada, de pronto yo también queria esconderme bajo la raíz del árbol para protegerme de la escena que pudiera continuar.
    Y me gustó mucho, es extraña, inquietante, como la mente de un ser humano.

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